viernes, 31 de octubre de 2008

Porque todas las estrellas se están desvaneciendo...


Hoy bajo este frío cielo, tenebroso, borroso...mi orgullo no se permite derramar más lagrimas.


Porque todas las estrellas se están desvaneciendo, me dejan sola, cuando más necesito que brillen, cuando deseo que me guien, ¿qué camino tomar cuando te sientes sola? ¿cuándo te sientes derrotada?cuando la persona en la que te apoyabas, te deja caer...


Son muchas la caídas, las vemos venir pero no queremos reaccionar hasta que solo nos queda arrepentirnos en el suelo, sintiendo tu cuerpo tocando la insensible realidad.


Sus palabras destrozaron poco a poco cada fibra sensible en mi cuerpo, cada ilusión puesta con cuidadosa fé, el inestable castillo necesito más fuerza y menos belleza.


Lo irreal nos seduce, nos atrapa y nos engaña, como la tela de una araña, sin escrupulos te vuelves la presa de lo que en un principio te maravillaba.


Lo más duro fue saber que él tenía razón, que por más que doliera había que aceptarlo...

Que lo dijece con tanta calma me derroto, no poder tener una razón para revelarme, gritar, expresarme...solo aceptar.


Mi corazón quiere gritar con susurros todo lo que despiertas en mi, quiero mirarte y decirte sin palabras que te quedes.


Mis sentidos te quieren percibir, mis ojos te quieren fotografiar, mi memoria no te querrá olvidar , mis labios te susurrarán, y todos nuestros recuerdos de mi corazon nunca se irán...



Pero por muy duro que sea dejaré de hacer llorar a mi corazón...


Necesita desahogarme...porque estos sentimintos corroen si no son expresados...


"Pongamos palabras al dolor, la pena que no habla murmura en el fondo del corazón hasta que no puede más, y lo rompe" Shakespeare


Mi nombre es Vitorio y hace tiempo que he muerto

La conciencia retornó al vampiro como la nota mas alta de un violín, una hebra rasgada de miedo y soledad. Entonces sintió una sed seca y mordaz en cada apergaminado centímetro de su cadáver. Percibió el peso de la tierra sobre su rostro y supo que continuaba sepultado. Pasó unos segundos sobreponiéndose a la claustrofóbica inmovilidad de sus miembros, grotescamente quebrados sobre si mismos, plegados sobre su tumefacta piel.

La criatura extendió su conciencia como una mancha de tinta sobre su entorno y disfrutó de cada una de las sensaciones que su sobrenatural instinto le tradujo. Desde los movimientos de las lombrices en el entorno de su faz, al leve siseo de la brisa en la lápida de marmol varios metros sobre su calavera.


Entonces comenzó a recomponerse. Como movido por un titiritero espectral, cada hueso removió la tierra a su alrededor ubícándose en su lugar. La piel se estiró y retorció para recuperar su posición natural y componer la mas vaga silueta de un ser humano. Como si de un macabro parto se tratase, se abrió paso hacia la superficie, a dentelladas secas, con rudos movimientos de sus articulaciones, dotados de una fuerza capaz de remover el sustrato sobre sí.


En el suelo de la antigua abadía Franciscana, emergió una abominable mano cadavérica, quebrando las gruesas losas de marmol de la hermita. El resto de la criatura no tardó en estar fuera de la tierra. Se deslizó usando sus cuatro extremidades, llamado por el penetrante olor de lo vivo, al interior de las celdas de los monjes. Allí los halló dormidos. Acabó con los primeros seis sin poder poner freno a su sed.


A cada gota de sangre que devoraba, la piel pobre se volvió tersa, el macilento y escaso cabello se tornó melena sedosa y los miembros famélicos se llenaron de carne. Su monstruoso rostro comenzó a cobrar forma humana lentamente. Se llenaron las cuencas de sus ojos y unos labios cubrieron la macabra dentadura, emergieron pómulos, frente y nariz al tiempo que engullía la vida de sus víctimas.


Cuando se alzó sobre el último cadaver pudo verse en un espejo, y contemplo su rostro preternatural, perfecto, sin mácula aparente. Entonces sonrió, con una sonrisa inhumana, un gesto de ultratumba. Se cubrió vagamente y abandonó el lugar. Al alcanzar el exterior del recinto contempló la noche con los ojos del vampiro.


Caminó lentamente y miró a su alrededor, fascinado por las cosas que le resultaban desconocidas, luces brillantes, ingenios mecánicos, suelos asfaltados. A pocos metros percibió un ser humano. Una mujer, esta saliendo de uno de esos carruajes, es joven y va extrañamente vestida. Se traslada en un instante a su espalda, y entonces, despues de mas de doscientos años, escucha su propia voz salir de su garganta...


La antinatural presencia del vampiro subyuga la voluntad de la debil criatura. Pocas horas mas tarde tiene ropas acordes y un lugar donde, sin duda, nadie molestará de día. Cada objeto es nuevo a sus ojos, aprende rápido.


A los dos días ya tiene la información que necesita, debe partir, ha de saber que ha sido de Guilleaume y de Conrad y si Natascha fue finalmente destruida. La joven, fascinada, con su voluntad robada, lo ve de pié ante la puerta. Sabe que no lo verá mas. El vampiro se acerca a ella y le aparta el cabello de la frente, con una sonrisa fría besa la cálida piel de su anfitriona.


La mujer le mira a los ojos, hechizada, y articula las palabras como un susurro

- Qué eres....?


El vampiro decide entonces que no acabará con ella, manipulará sus recuerdos para que olvide algunas de las cosas que ha visto y entonces podrá dejarla con vida. Ignora cuan estricta se ha vuelto la mascarada. Acaricia el sedoso pelo rubio y se dirige caminando a la puerta de nuevo, sin volverse. Su voz suena resuelta y fría mientras desaparece de la estancia:


- Mi nombre es Vitorio, y hace tiempo que he muerto...