sábado, 28 de enero de 2012

Hábil mago.


Y entonces te das cuenta de que ya es inevitable.

Al igual que el fuego, los sentimientos consumen, calcinan tu razón y la locura comienza a fluir por tu cuerpo, y pueden muy dulcemente llevarte hasta tu propia destrucción.

El amor posee sin lugar a dudas una belleza letal, y sabemos realmente que nos controla cuando arremete con furia hacia aquella parte intangible e incurable, pues no sangra como el resto de nuestro cuerpo, porque cuando el amor nos hiere, lo que se derrama es nuestra magia.

La entropía lidera tu cuerpo, puedes sentirlo, estás en guerra, tu propio cuerpo te traiciona, le deseas y tras líneas enemigas ataca la única persona que puede salvarte.

Y es así como me encontré frente a ti, temblorosa, vulnerable, frágil, dañada de antemano...llena de magia. Y me atreví a decírtelo, dije lo que sabía que no querías escuchar, dos pequeñas palabras que comprimidas dentro de mí podían aplastar mis pulmones hasta dejarlos sin aire, te ofrecí mi magia a sabiendas de que ibas a apagarla.

Fue cuando comprendí que hay colores que no deben ser mezclados, respuestas que no han de ser halladas, piezas que no encajan, finales sin derecho al retorno, melodías sin sentimiento, almas extinguidas...palabras que no deben ser mencionadas.

Había sido mortal, aquello era un dolor real y sentía desesperación pues no lo podía sujetar, estaba emanando de mí, te estabas llevando contigo todo lo que hasta ese momento yo era. Hábil mago, ignorante de mí, pues no me dí cuenta, guardaste el mejor de los trucos para el final, habías conseguido vaciarme.

Al igual que una escala cromática, puedes sentir como se degrada, como varía, son síntomas de vida.

Es curioso que existan momentos tan absolutamente felices que puedan llevarte al culmen de tu vida, y llegados a ese punto ¿Qué más da morir? a fin de cuentas, ya nada podría llegar a ser mejor.
Pero que a la vez, existan momentos tan absolutamente dolorosos, tan profundos, tan íntimos, que no puedan más que recordarte que te encuentras totalmente vivo.

Qué irónico resulta que el amor pueda proporcionarnos las dos situaciones.

Y aunque me encuentre resquebrajada, he de admitir que si hay algo en lo que creer es el amor, porque ahora me ha demostrado su veracidad, me ha demostrado que estoy viva.

Sin embargo, ahora lo único que espero es mi momento de felicidad, ese que me hará abrazar a la muerte, sin remordimientos.